Últimamente me quedo mirando descaradamente a cualquier
mujer sin maquillaje o a cualquier mujer que luzca sus canas con orgullo. Me
parecen tan bonitas todas y tan envidiables. No sé si me estoy haciendo mayor,
lo cierto es que siento que contemplo una belleza resplandeciente cuando me
encuentro ante semejante naturalidad versus la película de terror que veo en cualquiera
que lleve las cejas pintadas, por poner un ejemplo.
Recuerdo cuando encontrarte con gente así daba lugar a
comentarios del tipo “se podía poner un poquito de coloretes para quitarse la
mala cara” o “le voy a regalar una cajita de Farmatint”. Yo misma no he salido de
casa sin maquillaje durante años, ¡qué vergüenza! Qué vergüenza no cumplir un canon
que ni yo misma sé quién instaló en mi mente, ni cuándo ni cómo. Qué vergüenza no
hacer lo posible por ser “perfecta”. En eso consiste lo de maquillarse, ponerse
tacones y llevar un pelo Pantene: en ser “perfecta”. No te engañes con “yo me
arreglo para mí”. No, verás, tú te arreglas porque tienes la creencia de que
eso te hace mejor, más fuerte, más atractiva, y como tienes esa creencia, crees
que tu autoestima se refuerza así. Tú te arreglas porque así llamas la atención
y llamar la atención es aplauso, y el aplauso hincha el ego.
Es complicado y al mismo tiempo no se puede criticar esto
sin ser consciente de que todos somos culpables de lo que está sucediendo,
todos. Porque, para empezar, a la mujer se le presupone la misión de alegrar la
vista al varón, “la mujer tiene que lucir bonita”, “la mujer tiene que ser
femenina”. ¿Qué es ser femenina? Porque si eso incluye gastar un dineral en
mascarillas para el pelo, laca, gomina, tintes, planchas del pelo, tenacillas, máscara
de pestañas, delineadores, coloretes, base de maquillaje, maquillaje, pinceles
varios, pintalabios, sombras de ojo y color para las cejas, ¿esto no suena más
a ayudar a que cierta industria se enriquezca? Si además todo esto está al
servicio del gusto de los hombres, esto es ser masculina, no femenina, ¿no? ¿Me
explico?
Es complicado, lo sé. ¿Estoy diciendo que nos pasemos el día
en chándal despelucadas? No, estoy diciendo que no pasa nada por hacerlo y que
ser femenina creo que debe ser algo como ser fiel a nuestro sexo, a las
peculiaridades que por naturaleza tenemos. Por ejemplo, dejar de maldecir nuestro
ciclo menstrual, aceptarlo como un regalo que nos diferencia del otro sexo y que
crea vida. Empoderarnos de otra manera, porque somos poderosas, pero cubiertas
de mierdas químicas (sin mencionar los animales que mueren para que nos veamos
más bonitas) ya no lo somos tanto, en serio.
Ayer leía esa frase que decía algo así como cuántas empresas
quebrarían si a las mujeres nos gustara nuestro cuerpo. ¿Puede haber mayor
verdad en esto? Y sin embargo, yo me pregunto si se puede llegar a amar
nuestros cuerpos viendo tanta televisión como vemos. Y no me soltéis lo de “yo
es que lo veo todo online”. Con televisión me refiero a todo: Netflix, You Tube
o Telecinco, ¡da igual! ¿Se puede así? Pregúntate si puedes pasarte un mes
completo sin maquillaje y sin tacones porque la respuesta tiene mucho que ver
con tu vida en general, con lo que te hace feliz o infeliz, seguro.
Sí, es complicado, pero está todo en nuestra cabeza, no lo
olvidemos, y todos somos culpables, no echemos balones fuera, hombres y
mujeres.
¿Qué me decís del porno? Esto merece un capítulo aparte. Hay
un estudio que confirmaba que los hombres jóvenes en Estados Unidos se sentían
insatisfechos al tener sexo y satisfechos al masturbarse delante del ordenador
con cualquier vídeo porno. Es como si lo de verdad ya no sirviera ni para lo
más básico.
He tenido la experiencia recientemente de pasar 45 días con
una cola, lo peor de mi armario, chanclas y una raya pintada en los ojos una
vez por semana a lo sumo. Nada más. Ahora todo lo extra que me pongo en la cara
me molesta, incluida la protección solar. Nunca imaginé que esto podría sucederme
a mí, la reina del make-up. Vaya pedazo de terapia …
Lo cierto es que nada que podamos añadirle a nuestros
cuerpos va a hacer que suba nuestra autoestima, que nos aceptemos, y esto se
acaba notando y acaba en frustración. Da igual cuánta silicona nos pongamos en
las tetas, al final nuestra falta de amor a nosotras mismas siempre nos acaba
encontrando en los peores momentos de nuestra vida para pedirnos explicaciones.
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