viernes, 25 de noviembre de 2016

EL PAQUETE

Estoy buscando un taxi compartido para ir a Trinidad, en el centro sur de la isla de Cuba. La guagua a veces no llega aunque tenga su horario de salida hacia allá, y mis días son contados a estas alturas de mi aventura americana, así que no hay tiempo que perder.

Trinidad es una ciudad pequeña preciosa, en la provincia de Sancti Spíritus, a pocos minutos del Mar Caribe. Ciudad colonial llena de adoquines y música en cada esquina, ya me han advertido que me olvide de dormir. Sus calles están oscuras, no hay farolas y eso es tan sólo una de sus grandes ventajas porque así las casas con puertas abiertas y cierros iluminados se convierten en las protagonistas.
Cada vez que metes la nariz en esos cierros grandes, (bueno yo al menos la meto en todos, en una de éstas alguien me va a mandar a la mierda) para cotillear, te viene una bocanada de la España de los 40's, aunque más bonita, porque a lo rancio y a lo antiguo se le añade una negra grandota fumándose un habano, abanicándose frente a un televisor que es como el que teníamos en casa cuando yo era pequeña. O un viejo que va cantando cualquier bolero a la par que la radio, radio que, milagrosamente, ha sobrevivido décadas y hasta se escucha bien. O fotos en las paredes con gente posando como se posaba antiguamente, como las que tiene mi madre de joven.

En fin, como dirían aquí: "déjame que te haga el cuento del taxi". Hoy estoy rápida y borde así que no pregunto precio, le digo que somos tantos y pagamos tanto por llegar a Trinidad. El tipo empieza con la técnica del miedo "bueno, señorita, es que por ese presio que usté quiere pagal, yo no le aseguro que su' efecto' personale' vayan a estal a salvo".
Yo le sonrío con sorna, "mira mi vida, llevo más de un mes por Latinoamérica y no se imagina donde me he montado, dormido y duchado, un taxi cubano ahora mismo me parece tan seguro como una caja fuerte, créame, y además después de este tiempo, ya no me queda paciencia pa esto tan común de creer que los turistas somos ricos y tontos".

- "Bueno, señorita, yo sólo le digo cómo e' la cosa".

- "Sí, y yo le digo a usted como es mi cosa. Así que en un ratito vuelvo, cuando me hayan vuelto las ganas de lidiar y a ver si fue posible encontrarlo, porque además usted se lleva comisión por esto, ¿no? Pues eso. Y si no, pues negocio con otro y ya."

A la media hora hay un taxi por ese precio, con cinturones de seguridad y aire acondicionado, mira tú... "Éste es el Sr. Pisarro que les llevará a Trinida', son casi sinco hora' de viaje".

El Sr. Pizarro habla en todo lo que le eches: inglés, italiano,... Es risueño y parlanchín.
Le dice a uno de los tripulantes que si ve "Juego de Tronos". En ese momento el coche se va al carajo y nos quedamos tirados en las afueras de La Habana.

"Donguorri" dice y llama a un colega para que nos recoja, "vuela pacá, mijo".
Mientras esperamos, alguien le pregunta cómo ve "Juego de Tronos" y él nos cuenta el tema del paquete, historia que yo ya me sabía.

El paquete cuesta un CUC a la semana, que es como un euro a la semana y tú eliges qué parte del paquete quieres, según las series o programas de televisión que te interesen de cualquier parte del mundo, y ése es el que compras. Hay tantos paquetes como series y programas se bajen.
Le pregunto que cómo siendo ilegal y siendo algo que todos compran, nadie los pilla. Me dice que porque ahora ya no pueden, no porque no quieran.
El paquete antes venía en VHS y ahí sí que los pillaban, "¡ahí candela!", me dice, porque era un saco que llevaba el que los vendía y claro, era grande.
Luego vino el DVD y era más fácil. Ahora ya con el disco duro, ya es más complicado.
Yo le sigo haciendo preguntas porque me surge una duda, aunque no me atrevo a preguntarla tal cual, así que doy rodeos:

- "Pero Sr. Pizarro, para bajar todo esto hace falta una buena conexión y yo sé que los cubanos (y los turistas como yo, todo el mundo en general) se tienen que comprar una tarjeta primero e irse afuera de un edificio con WiFi a sentarse en la acera para poder usar Internet con su móvil. Eso lo ves en las aceras de cualquier edificio con WiFi".
- "No, claro, eso e' alguien que tiene WiFi propia".
- "Pero... y con un ordenador o memoria interna potentes."
- "Claro, así e'."
Yo ya me río... y me lanzo finalmente:
-"¿Y quién tiene en Cuba todo eso?"
- "Ay mi amol, pues alguien del gobielno".
- "¿Y cómo alguien que participa activamente de este régimen y está defendiéndolo hace esto a escondidas? Eso no es estar con él régimen, es lo contrario".
- "Pues polque aquí nadie de velda' apoya el régimen, aquí todo e' mentira, todo de aquí pa fuera." Y se señala los labios.
- "O sea, que el paquete es la prueba fehaciente de que los únicos que apoyan el régimen castrista son Raúl Castro, Willy Toledo, el resto de comunistas de España y Nicolás Maduro?"
- "Jajajaja ¡Ay pero que cómica la andalusa! Pues así e', mija, así e'."
- "¿Y por qué el cubano no se alza?"
- "Porque Fidel no' dividió y aquí todo' estamo' jodido' y jodiéndono' entre nosotro'. Divide y vensera'."
- "Ayer fui al Museo de la Revolución para ver si entendía algo y la verdad, no entendí nada. ¿Usted conoce la canción de Ricardo Arjona "Puente"? Que dice una frase que es como yo me sentí: "Habana, no ha podido Dios ni los seiscientos santos entender lo tuyo". Cómo llega la Revolución Cubana, la libertadora del pueblo cubano, el ejemplo para el mundo, a esto que yo estoy viendo aquí ...  no lo entiendo.

Llega Orlando, el que nos va a llevar. Parece un cantante de reguetón, se acerca a nosotros y yo creo que va a soltar de un momento a otro "¡Miami me lo confirmó!" Y todos le vamos a responder "un arroz con habichuelas", pero no, esto no pasa más que en mi mente.
El coche es pequeñísimo, aunque conseguimos acomodarlo todo dentro como podemos. El Sr. Pizarro se despide de nosotros.
Pues parece ser que sí, que voy a llegar hoy a Trinidad. Orlando enciende el motor, el aire y... el reguetón. La única "bocina" que funciona está junto a mi oído. Aún no sabía, aunque sí que me lo temía, que me disponía a soportar casi cinco horas de reguetón a toda voz con el puto altavoz pegado a mi oído. Me acuerdo de mi amiga Alina: "un día voy a hacel que te guste el reguetón".
¡Alina! Haciendo una mezcla entre el español mexicano y el cubano, hija de la chingada, ¿qué pinga brujería me has hecho?  ¡Ésta no es la manera!

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