jueves, 8 de octubre de 2015

DE PARTE DE UNA *DESINTOLERANTE* (NOVIEMBRE 2014)



¿Cuándo pasas por la sección “sin gluten” de cualquier hipermercado no te sientes como cuando ves una de esas pinturas consistentes en un manchurrón al que otros llaman arte? Gluten, ¿por qué hay tanta mierda sin gluten en estos sitios? ¿qué carajo es el gluten? ¿el nombre de una discoteca o qué? ¿Y qué me dices de todos esos productos sin azúcar que saben a medicina? Aagh, yo no sé tú, pero yo siempre pasé cerca de ellos a toda velocidad no me fuera a contagiar de lo que fuera que le pasara a quienes no pueden comerlo, porque todas esas galletitas tenían una pinta de no saber a nada... ¿Y qué me dices de todos esos “sin lactosa”? Los lees y piensas “vaya mariconada, toda la vida dándonos caña con beber leche y ahora está de moda que la leche sea mala, ¿no? ¡Anda ya!” Pero, ¿sabes qué? Existen porque gran parte de la población está sufriendo intolerancias alimentarias, también llamadas alergias alimentarias, y fíjate si son tantas las personas que las sufren, que esos productos alternativos ahora son un negocio para estos conocidos fabricantes.

No sé hasta qué punto eres o no consciente de que el 90% de nuestra forma de disfrutar de la vida está basada en salir a comer a la calle, a beber alcohol, o a tomar algo por la tarde. ¿Qué pasaría si de repente tuvieras alergias alimentarias y no una, sino varias? ¿Qué ocurriría si el 90% de tus salidas se transformaran en el sufrimiento de ver cómo los demás comen y beben todo eso que tú no puedes? Todo lo que son auténticos placeres de la vida para ti te serían sustraídos de pronto. A ti, a alguien que quizás te has criado en la cultura del comer y beber en la calle que tenemos en Andalucía (en Andalucía, como mínimo, porque realmente forma parte de muchas culturas). Imagínate una dieta pero no por simple ego de que tu aspecto físico se vuelva imponente, sino por una cuestión de salud, de calidad de vida. Pues ésta, hasta hace un mes, ha sido mi pesadilla durante un año y dos meses, y no es que fuera alérgica a una cosa, sino a tres. ¡Bienvenid@ a ese extraño mundo que ni conoces ni te interesa conocer!

Yo era ese tipo de persona que comía mucho y mal. No comía fruta y toda la verdura que comía era guisada, jamás cruda, “¿cruda? ¿ensalada? Aaagghhh, eso es comida para las cabras”. Mi dieta estaba basada en pan, pasta, patatas, arroz , queso, chocolate blanco y helados. Helados en pleno invierno a la una de la madrugada. Helados en pleno agosto a las 11:00 h de la mañana para desayunar. Icecream: neverending love.

Un día un médico me dijo que mis problemas de salud se solucionarían atendiendo a todo a lo que mi cuerpo me estaba diciendo que era alérgico: o sea, al 95% de lo que yo comía, vaya. Yo no podía concebir que un grandísimo placer de la vida se escapara de la mía así, sin más, y a la fuerza. Tras pensarlo mucho, decidí que tenía que ser fuerte y que peores cosas me habían ocurrido. Sin embargo, aquí me equivoqué. No, no me han ocurrido muchas más cosas peores que ésta, lo digo con el corazón en la mano. Esto es muy muy jodido, y muy caro. Las intolerancias o alergias implican una reducción considerable de tu vida social y un pedazo de recorte presupuestario que estaba destinado a tus aficiones y viajes, que, por otra parte, ¿para qué quieres viajar? ¡No puedes comer más que alguna fruta y verdura casi siempre cruda!

Al principio no te importa explicarlo el primer día que sales a tomar tapas y de toda la carta sólo hay una que puedes comer, lo explicas a tus amigos y ya, te vas a casa a seguir comiendo porque, evidentemente te has quedado con hambre. El segundo día que quedas con ellos, lo vuelves a explicar. Y aquí tengo que decir que es curioso porque a pesar de los años aún hay amigos que no pillan que el grado de dureza que una desgracia tiene para mí en mi cuerpecito es directamente proporcional a las bromas que hago sobre ella. Es cierto, no contaba esto como un drama cuando para mí lo estaba siendo, quizás esto no ayudara mucho a concienciar a nadie. No culpo a nadie por ello, de verdad. No se trata de esto, para nada. Mirándome mi ombligo digo que pedir ayuda y dejarme ayudar no son mi fuerte.
El tercer día también vuelves a explicarlo. Al cuarto tu buen humor se ha ido al carajo, estás hasta la vagina de no saber qué guisar, qué comer, de no tener pasta nada más que para comprar un pan de mierda de arroz super caro que luego te metes en la boca en la tostada de por la mañana y te dan ganas de escupirlo, y ahí, en este punto exacto de nervios hechos polvo, están tus amigos para rematar tu semana con “a ver es que yo no me entero, explícamelo otra vez, ¿qué es lo que te pasaba?”, y tú tomas aire para no decirles “con la de veces que entramos en Internet para chorradas todos, ¿aún no te ha dado por mirar que es lo que tiene tu amiga? Porque yo lo estoy pasando mal, y tú no ayudas pidiéndome que hable de eso que me está jodiendo la vida uuuuuuuuna vez más”. A la quinta vez empiezas a quedarte en casa y empiezas a darle rienda suelta a la creatividad hasta tener todo un listado de excusas que seleccionas según el amigo o amiga que te proponga algo: “no tengo dinero”, “no tengo ganas”, “es que ya he quedado”. Lo cierto es que a los dos meses estaba aislada en casa, con cuarenta planes para cada finde, todos mentira.

Luego también teníamos a la sección de gente que se enfadó conmigo, no sé si para siempre, por no ir a su boda / bautizo / cumpleaños a las que nunca les expliqué lo que estaba ocurriendo. Fuera. Esto son anécdotas sin importancia para mí. Somos los que estamos y estamos los que somos.

La realidad es que teniendo tanta gente como tengo con la que contar, que seguro me adoran igual que yo a ellos, yo sola me encerré en casa. Quizás otra persona esto lo hubiera llevado de otra forma pero yo soy ésta, y lo llevé así: muy mal. Recuerdo abrir y cerrar la nevera cualquier sábado a las 14:00 h, sentir asco, buscar en Internet recetas, arañarme la cara parriba, el reloj seguía avanzando, las 15:00 h, vuelta a abrir y cerrar la nevera. Y repetir el proceso hasta las 17:00, hora en la que ya el hambre me podía como para comer todo eso que casi no me gustaba.

A todo esto empezaban a pasar los meses y empezaban los “¡por Dios, qué delgada estás! Come, mi arma, come”. Eso justo quería yo, COMEEER donuts, blancos, de chocolate, cuñas, mientras más grasas mejor, ¡con to tus muertos! O también teníamos el sector que me decía: “Déjate ya de rollos que esto es todo un invento, anda y come lo que te dé la gana”. Sí, sí señor, ahí, apoyándome y ayudándome, con dos cojones. O en una comida familiar hállabame yo comiendo papas fritas porque no podía comer ni la paella que habían hecho y mis tías “¿pues tú no estabas a dieta? ¡Las patatas fritas engordan!”. Me cago en to lo que se menea, ¿a dieta estoy? Yo no respondía a nada. Yo sólo me hundía y volvía a pensar que en casa estaba mejor y me arrepentía de haber salido.

Por supuesto que me daba cuenta de que esto no era forma de llevarlo y que había que buscar el lado bueno, mi carácter había cambiado, era una persona sombría, agria, malhumorada. Me juré a mí misma que no hablaría del tema hasta que no tuviera algo bueno que decir al respecto. Por eso hablo hoy que tengo muchas cosas buenas y bonitas que decir al respecto, aparte de que creo que puedo ayudar a quien esté pasando por esto porque HAY ALGO QUE NO SABRÁ Y YO AHORA LO SÍ LO SÉ, Y LO QUIERO COMUNICAR.

La clave para cambiar el enfoque me la dio una chica de una herboristería. Me dijo sin que yo abriera mi boca, sólo mirándome la cara de amargada con la que le preguntaba por la leche de almendras: “para empezar, por un lado, tienes el mal humor de no poder llevar a cabo el disfrute de algo. Es como si te pasaras un año sin sexo, pero porque realmente la comida para muchos es una forma de calmar la ansiedad. Tienes que invertir el orden, a la comida hay que llegar sin ansiedad para poder comer lo que nos beneficie y no comer sólo lo que nos apetece. Y por otro lado, estás esperando que tu gente que te quiere se dé cuenta de lo que estás pasando y te apoye y eso no va a ocurrir nunca porque nadie lo entiende. Esto es un mundo de extraterrestres, no lo comprenden, no es que no te escuchen, es que es chino para ellos. Cuando dejes de esperar apoyo de ellos, lo enfocarás desde otro lado.”

Recuerdo a mi prima Mariló y a otras personas ayudándome de verdad, haciéndome guisos y explicándome cosas que podía comer que para ellos eran manjares. Yo los probaba, estaban bien, ok, pero… no sentía placer en mí al comerlos. Recuerdo la salsa imitación de queso hecha de anacardos que le eché a la pasta especial que sí podía comer con el tomate que sí podía comer. ¿Imitación de queso? ¿Sabor parecido al queso? Será para quien no comiera queso como yo, ¿no? Que menos a las lentejas se lo echaba a todo.

A mí me parece perfecto todas esas cosas alternativas que han salido: las leches vegetales, la stevia para endulzar, los quesos veganos, las tortas de arroz con chocolate, etc… pero a mí las menos me resultan aceptables, y la mayoría me sabe a mierda. Y ya está. Yo todavía no me he comido nada de esto con placer, nada. Para mí como un colacao con leche de vaca de toda la vida nada, ni leche de soja, ni de arroz, ni su puta madre. Joder, y es que encima parece que no puedes decir esto porque entonces no aceptas tu “enfermedad”. ¿Entonces qué hago? ¿Me como una torta de arroz y finjo un orgasmo como Sally en “Cuando Harry encontró a Sally”? Venga ya, homeeee.

Justamente esto que puede parecer pura negatividad, es decir, este inconformismo mío a comer comida de cabra el resto de mi vida, como me han dicho varias personas con intolerancias y varios médicos, es lo que he ha estado haciendo que me gaste dinero y más dinero, y tiempo y más tiempo en terapias alternativas varias hasta que, tras un año y dos meses, he empezado a dar en la clave. Es más, me he dado cuenta de que es este inconformismo mío, este pataleo mío continuo ante tantas cosas en la vida, justamente lo que me ha salvado el culo desde que soy una niña de muchas situaciones. Esto lo tengo claro ahora que veo la luz.

Un año y dos meses después, de un día para otro, así, tal cual lo cuento, me comí un helado, concretamente hace casi un mes, mientras se me caían los lagrimones por la calle, la gente me miraba, te lo juro por mi perra, ¡qué maravilla, chiquilla! Ir a un bar y poder elegir entre 15 tapas, ¡la vida es fantástica! Me levanté un miércoles “intolerante”, como cada día, y me acosté *desintolerante*.

Todo pasa por algo, siempre lo digo, siempre insisto, y justo porque insisto, yo tenía que buscar el “para qué” en toda esta pesadilla. No el “por qué”, con el “por qué” sólo ahondamos en la herida. El “para qué” es mucho más positivo, el “para qué” nos abre puertas donde antes sólo veíamos un muro. Pues esto ha ocurrido para que yo me alimente mejor, para estar más fuerte, para estar más sana. Hace un año y dos meses que ni me resfrío, nada. No tengo dolores, se supone que tengo faringitis crónica que cada X meses cambia el tiempo y es normal enfermarme de la garganta. Pues eso ya no existe en mi vida. Sólo existe una buena alimentación, más energía en general, más deporte, más importancia a otras cosas, ansiedad cero en ningún aspecto. Pues entonces, ¿por qué no concluir que esto ha ocurrido PARA QUE yo tenga más calidad de vida y sea más feliz? Y una vez sabido esto, ya no puedo volver a comer mal, porque una vez que se tiene el conocimiento de algo, ya no se puede vivir en la ignorancia previa.

Las intolerancias o alergias alimenticias son emociones que no se han encauzado correctamente, ÉSTA ES LA NOTICIA. Nuestra mente es sabia, olvida todo lo que no te conviene recordar, manda a su papelera de reciclaje todo lo que no le es útil para avanzar, pero eso no quiere decir que hayamos sabido digerir nuestras vivencias. Las alergias alimenticias no son más que una reacción física de nuestro cuerpo, una llamada de atención para que revisemos bien dónde estamos acumulando dolor, rabia, culpabilidad, sometimiento, abusos, frustración y, en resumidas cuentas, eso que no nos deja ser LIBRES porque realmente nos lo trajo alguien, alguna situación que no nos pertenece. Tu cuerpo te está diciendo que esto no es suyo, que no puede seguir cargando con eso que no le pertenece. Por eso se puede quitar en un día, así de golpe.

Con tantísimas personas con estos problemas, seguro que tu entorno hay alguien. Si quieres ayudarle dile que nunca se crea que esto es para siempre y que coja fuerzas porque adentrarse en qué es lo que te lo causa es una ardua tarea, no obstante, merece la pena. A mí sólo por un salmorejo en el bar “Trebujena” de mi pueblo, me ha merecido la pena Emoticón wink

Gracias a mi Pepa, mi Xro, mi Marilo y mi Hedy por cocinar para mí / por no repetirme lo delgada que estoy / por no preguntarme 40 veces "¿pero qué es lo que te ocurre? Que no me entero" / por hacerme mi corta vida social más fácil en general.

No hay comentarios:

Publicar un comentario